jueves, 30 de mayo de 2013

... LA LEYENDA DEL PUENTE DEL RIO OCRESA ...

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   José Horacio, José Leitão, como era conocido en toda la zona, miraba con aire desesperado el reloj de plata, herencia de su fallecido pare, que tenía el bolsillo de su chaleco, pendiente de una cadena también de plata … qué día aquél … marcaba las ocho de la noche.

 

 

 

 

  El apodo de Leitão era también herencia … su padre era el dueño del pequeño bar restaurante que él ahora gestionaba en Taberna Seca.

  Era el mejor de todo el pueblo … no solo porque se comía ahí mejor que en ningún otro sitio … pero, principalmente, porque era el único sitio donde se podía comer en todo el pueblo.

  En la parte de atrás, su padre creaba dos o tres cerdos que mataba a principio del otoño … así siempre tenía carne todo el año, y eran famosos sus embutidos y jamones … empezaron, entonces, a llamarle Tó Leitão … José, a su hijo … le quedó el apodo …

   Volvió a mirar el reloj … 8.15h … suspiró …

 

 

 

 

 

 

   Aquel día empezó antes de la seis, el sol aún estaba perezoso. Tenía que dejar comida a los animales. Mantenía el legado de su padre, pero había añadido algo suyo … ahora también criaba gallinas y conejos … así tenía más para ofertar en su restaurante.

  Cerca de las siete y media ya estaba en la parada del autobús, el único que pasaba para Sarzedas.

 Ese era su objetivo de hoy. Tenía que ir al pueblo grande para ver a su cuñado que se había caído y roto una pierna.

  La idea era coger el autobús de la mañana y volver en el de las ocho de la noche.

 

 

 

 

 

   Como estaba previsto, comió con su hermana y su marido.

  Por la tarde ayudó un poco a arreglar el terreno que tenían y que ahora estaba un poco descuidado … su hermana no podía hacerlo todo.

  Pero el día se le hizo largo.

  Se perdió en el tiempo y cuando miro el reloj eran las 8 de la noche.

  Le llevó 10 minutos llegar a la parada … y ahí estaba … esperando …

  8.30h … ya había pasado … seguramente …

  Un otro hombre pasaba cerca:

  --- Perdone … sabe a que horas pasa el autobús para Taberna Seca?

  --- Hoy?! … Ya no hay … el último pasó hace un cuarto de hora …

  --- Gracias … --- era lo que temía … no tenía transporte para volver a casa.

  Poco a poco se fue concienciando que solo le restaba la posibilidad de ir a pie … eran cerca de 10 km … pero no tenía otra alternativa … iría a pie …

  Lo peor de todo es que empezaba a caer la noche …

 

 

 

 

 

   Se puso de camino …

   Los kilómetros primeros pasaron con relativa rapidez … era sencillo … solo tenía que seguir la carretera nueva.

  Hasta el río Ocresa era siempre bajando … ya le faltarían los últimos 4 km que eran muy cuesta arriba.

  José Leitão seguía caminando a paso constante … la bajada le llevaba hasta el río … ya sentía el aire más fresco.

  Se sentía solo con la naturaleza … y la verdad es que le gustaba aquella sensación.

 

 

 

 

 

  Al acercarse del puente algo llamó su atención … más o menos en el medio, un bulto estaba en el lado contrario al suyo … parecía un hombre …

  A cada paso más fácilmente distinguía, en la noche oscura, aquella figura …

  Ahora no tenía dudas … era un hombre … casi podía jurar que era un soldado, aunque su uniforme fuese raro …

  A pocos metros, y delante de la completa inmovilidad del individuo José tomó la iniciativa.

  --- Buenas noches.

  Del otro lado del puente el hombre dice algo no entendible … José no pudo comprender … y, sin parar el paso:

  --- Perdone! … qué ha dicho?!!?

  --- Quién está, está … quien va, va … aquí no se saludan las personas que han muerto hace muchos años, como yo …

  José seguía caminando y le llevó algunos segundos digerir lo que, ahora, había escuchado perfectamente.

  Se paró, intrigado, y se volvió para mirar al personaje de frente … … … pero no había nadie … imposible … como podía haber desaparecido así tan rápido? No tuve tiempo de llegar al otro lado del puente … y no pasó por el …

 

 

 

 

   Optó por seguir el camino … le llevó más de una hora a llegar a casa …

   Finalmente, después de todo aquel día tan largo … estaba en su cama …

   Pero, incluso cansado, no fue fácil conciliar el sueño … la imagen de aquél hombre, a medio de la puente sobre el río Ocresa, no salía de su cabeza.

 

 


 

 

 

   Esta y otras historias parecidas, se cuentan en toda la zona de Castelo Branco.

  Se dice que, a finales de la última invasión francesa, después de su inesperada derrota, el ejercito galés huyó por esa región, camino a España y de ahí para Francia.

  El puente sobre el río Ocresa se tornó estrecho para coches y hombres huyendo de manera un tanto desordenada.

  En un movimiento casual uno de los soldados franceses se cayó al río muriendo ahogado.

  No había tiempo para rescatarlo y ahí se quedó.

  Se cuenta que, por la noche, sube hasta el puente y ahí se queda, controlando la poca gente que pasa a esa hora.

  Su apariencia está un poco desfigurada y, sus vestimentas casi destrozadas, identifican con gran dificultad a las de un soldado francés.

  Le llaman … el soldado del Puente de Ocresa

 

 

 

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domingo, 12 de mayo de 2013

... LA ESPOSA DEL REY WUAMBO ... ( ultima parte )

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   Llamó a su doncella de confianza.

   --- Bruneida … sois amiga mía … más que mi doncella … verdad?

   --- Sabéis que sí, señora … nos conocimos desde chiquillas … jugamos juntas … y os acompañé siempre … también cuando os casásteis.

   --- Verdad que sí … amiga mía … me acuerdo que lloré mucho en tu hombro cuando mi padre cerró el contrato de mi boda con Wuamba.

   --- Me acuerdo perfectamente.

   --- Por eso pido tu ayuda en este momento.

   --- Sé lo que queréis.

   --- Lo sabes?

  --- Sí … os conozco hace tanto años … os queréis encontrar con el moro.

   --- Sí. Me acompañáis?

   --- Sabéis que sí.

   --- Podéis conseguir que abran las puertas sin que se enteren que soy yo quien sale?

   --- Bien. Conozco al jefe de los centinelas. No habrá problemas.

   Cubierta con uno de los paños de doncella, Amélia y Bruneida no tuvieron problemas en salir. En el río, cerca del margen, estaba una pequeña barca.

   Entró por el agua y se acercó … el hombre la ayudó a subir.

   --- Gracias por venir.

   --- No debería estar aquí. … lo sabéis.

   --- Tal vez … pero me alegro mucho que estéis aquí. ahora mismo conmigo.

   --- No sé ni por qué he venido.

  --- No importa … estáis aquí. … nada más importa.

   --- Bien...!...--- Puedo preguntaros algo.

   --- Sí.

   --- Conozco Wuamba … es ya un poco mayor … vos sois joven … bella . Cómo os casasteis con él?

   --- Una vieja historia. Un trato de mi padre con mi marido … no tuve nada que ver con ese tema.

   --- Eres demasiado joven y demasiado bella … necesitáis alguien que pueda amaros plenamente …

   --- Perdona … debo volver … si me descubren … si nos descubren … estamos perdidos …

   --- Está bien … puedo preguntaros cuando volveréis aquí.?

   --- No lo sé … tal vez mañana.

   --- Os esperare aquí. …

   --- Cuidado … pueden veros …

   --- Estaré atento.

   Rápidamente Amélia salió del pequeño barco y se reunió con Bruneida que estaba en el margen.

   Volvieron al castillo sin hablar.

  Durante toda la semana Amélia se encontró con Mutsafari todas las noches … era encantador … educado … muy distinto de la idea que le habían dado de los moros …

   La última noche, antes de la previsible vuelta de Wuamba se despidieron y el rey moro le dejó unas palabras:

   --- Construiré un túnel, cruzare el río por debajo, llegaré hasta el castillo y os traeré conmigo. Basta para eso que me digáis que lo queréis.

   Amélia quedó sin palabras … miró a aquel hombre bello que la luz de la luna iluminaba y sintió lo que jamás sintió, antes, en su pecho.

   --- Sí. --- contestó sin volverse.

   Entonces el la cogió de la mano y la llevó a sus labios.

 

 

 

 

   Con el regreso del rey, todo volvió al ritmo normal de vida.

   Durante los primeros días Amélia evitó bajar al río. …

   Pasaron meses sin tener ninguna información o contacto con Mutsafari.

   Una mañana, Wuamba, entró por el salón donde se encontraba Amélia.

   --- Tengo que hablaros.

  Amélia hizo señal a Bruneida para que se retirase.

   Rápidamente se quedaron a solas.

   --- Decidme, señor mi rey.

  --- Los soldados descubrieron un túnel muy cerca del río. … parece venir del lado moro … por casualidad no sabéis nada del asunto?

  --- Yo?!!? De un túnel ?!!?

  --- Vamos … Amélia … --- raramente la trataba por su nombre … --- por alguna razón soy rey …sé todo lo que pasa en mi reino … esté o no presente.

… No sé a que os referís …

   --- Pues … que sé que, praticamente todas las noches en mi ausencia, vos salísteis del castillo.

   Amélia estaba helada.

   --- Por eso pregunto de nuevo … sabéis algo de ese túnel?

   --- No --- la voz le temblaba.

  --- Pienso que la idea era llegar al castillo … algún error de calculo llevó a que terminase muy lejos de eso.

   Debo informaros que, cuando descubrieron el túnel salían de el dos moros que fueron muertos inmediatamente en el sitio.

   Amélia se levantó de golpe … movimiento que no pasó desapercibido a Wuamba.

   --- Tranquila … ningún de los dos era Mutsafari.

   Ella se dejó caer en la silla de madera.

   --- Hablamos claro?

   --- Sí.

   Os encontrasteis con él en mi ausencia?

   --- Sí.

   --- En tierra?

   --- No ... en un barco.

   --- Bien! No faltó al acuerdo que tenemos.

   La miraba intensamente … Amélia estaba cada vez más nerviosa …

   --- Vuestro corazón late por él?

   Amélia quedó mirando al vació … sabía que su suerte estaba echada … su vida duraría poco …

   --- Contesta libremente … no os condenaré … sé perfectamente la diferencia de años que tenemos entre vos y yo … sé que no puedo daros todo lo que necesitáis … por eso contesta con verdad … lo amas?

   --- Sí.

   --- Gracias por la sinceridad.

   Dando media vuelta Wuamba se retiró. Amélia no aguantó más sus nervios y cayó en llanto, Bruneida acudió a ella intentando aliviarla.

   No volvieron a tocar el tema, y, aparentemente, su vida siguió normal.

 

 

 

 

  Amélia no volvió al río. … no porque lo hubiese prohibido el rey … pero no quería arriesgarse.

   Una tarde, Bruneida entró corriendo …

   --- Qué te pasa?

  --- Señora … señora … está aquí. … está aquí. …

   --- Tranquila Bruneida … qué pasa? Quién está aquí.?!

   --- Mutsafari … el rey moro … está en el salón principal … está hablando con nuestro rey …

   Amélia no sabía qué pensar …

   --- Y no es todo, señora …

   --- Aún hay más?

  --- Sí! … el rey Wuamba reclama vuestra presencia de inmediato en el salón.

   Amélia quedó un poco confundida. Algo estaba pasando … ya sabría cual era el plan de su marido.

   Al entrar, su mirada se cruzó con la de Mutsafari.

   Wuamba abrió los brazos.

   --- Ah! Estais ahí, señora. Acercaros.

   Educadamente, el moro se levantó ante su presencia.

   --- Ya conocéis al rey Mutsafari … como pienso que tenemos un asunto que interesa a todos mandé llamarlo y él, muy amablemente, accedió a venir hasta aquí.

   El moro le hizo una venia.

   Amélia no pudo articular palabra.

   --- Voy a ser muy honesto con los dos. El rey, nuestro vecino, me comunicó su gran interés por vos. Por otro lado, vuestro interés por él ya lo conozco … y no soy yo quién se vaya a poner entre los dos.

   Se hizo silencio.

   ---Por eso decidí que, si vos queréis, señora, os regalo a Mutsafari.

   Amélia miró al rey moro sin comprender muy bien qué estaba pasando …

   --- Permitís que me quede con él?!!!

   --- Así es.

   --- Sin nada más ?!!!?

   --- Sin más. No soy rencoroso.

   --- Cuándo podré venir a por ella? --- la voz de Mutsafari parecía tranquila.

   --- Dentro de dos semanas, por ocasión de la fiesta del solsticio … esperad en el río. … donde os habéis encontrado en mi ausencia … ahí os la mandaré cuando el sol cruce el medio día.

   Con una venia el rey moro se dirigió a la puerta y, acompañado por cuatro de sus hombres, desapareció por el pasillo.

   Amélia quedó estática … mirando a Wuamba …

   --- Parecéis sorprendida, señora.

   --- Completamente …

   --- Para que no se diga que Wuamba no tiene corazón.

   Los días se arrastraron penosamente para Amélia … la emoción se apoderaba cada vez más de ella … los nervios no la permitían parar un solo segundo.

   --- Mañana es el gran día, señora.

   --- Ah! Bruneida … qué emoción …

   --- Os echaré de menos … señora …

   --- Qué dices?! Tu vendrás conmigo.

   --- Yo ?!!!?

  --- Sí, Bruneida … eres mi doncella de confianza … eres mi amiga … no abdico de tu compañía … ni de tus servicios …

   Las lágrimas se apoderaron de la doncella y las dos terminaron abrazadas.

 

 

 

 

   Finalmente llegó el día aplazado …

  El castillo estaba engalanado y se podría respirar el espíritu de fiesta.

   Con uno de sus más bellos vestidos, Amélia entró en el salón. donde la esperaba Wuamba.

   --- Estáis bella, señora.

   --- Gracias.

   --- Estáis feliz?

   --- Sí.

   --- Acompañadme.

   Estiro el brazo y Amélia, encantada, le tomo la mano.

  Salieron del palacio y caminaron por entre la gente.

  El sol estaba completamente en lo alto … era medio día.

   --- Bajaremos caminando, mi rey?

   --- No.

  Al pasar el gran portón el rey Wuamba apartó el brazo e hizo un movimiento con la mano.

  Inmediatamente dos soldados se colocaron uno  de cada lado de ella.

   --- Qué pasa, mi rey?!

  --- Debeis acompañarlos … ellos te llevarán a Mutsafari.

   Su tono era ahora más duro.

  Los soldados la llevaron hasta un rincón. Ahí, inclinada sobre la muralla estaba una gran rueda de piedra … pertenecía a un molino.

   --- Qué está pasando?!!!

   --- Perdone señora … recibimos órdenes.

   Sujetándola con los brazos abiertos, Amélia fue amarrada a la rueda mientras daba gritos de protesta.

   --- Ya está … Majestad.

   --- Muy bien … entonces que ella no falte a su encuentro.

   Cuatro hombres llevaron la rueda hasta el inicio de la ladera y, con un movimiento coordinado, la lanzaron cuesta abajo.

   Los gritos de Amélia eran ahogados por el sonido de la rueda, rodando en dirección de la comitiva de recepción del rey moro, que la esperaba en el río.

   A pocos metros de Mutsafari, Amélia no gritaba ya. La rueda entró en el río, inmovilizándose en pocos metros.

   Los hombres del rey moro la liberaron de inmediato … pero estaba muerta … destrozada … bajo la mirada desolada de todos los que la esperaban.

   Mutsafari, con los ojos vidriados miró furioso en dirección al castillo … consiguió escuchar la voz de Wuamba que gritaba:

   --- Cumplí mi parte del trato. He dicho que te la entregaría … solo que no te he dicho como.

 

 



   Algunos kilómetros después de entrar en Portugal, el río Tajo se encuentra con un importante accidente geológico: las Puerta de Rodão.

   En este local, el río, forma un extrechamento, dando lugar a una impresionante garganta, la más importante del río, en territorio portugués.

   La principal importancia ornitológica de este lugar está en su colonia de buitres.

   En el lugar aún esta bien conservado el castillo del rey Wuamba.

   Aunque inicialmente no estuviese de acuerdo con su nominación por su avanzada edad, Wuamba fue forzado a aceptar el trono el 1 de Setiembre del año de 672 en la localidad de Gertici o Gérticos, más tarde llamada “Wuamba” en su honor (Valladolid).

   Fue el último rey que dio esplendor a los visigodos. Con su muerte empezó la decadencia del imperio.

   El rey Wuamba se retiró para el monasterio de Monjes Negros de San Vicente en Pampliega, Burgos, actualmente desaparecido y ahí se murió en el año de 688.

 

 

 


   Esta leyenda, sobre la esposa de Wuamba, pasó de generación en generación, y aún es contada por tierras de Vila Velha de Rodão.

   Dicen, en el lugar, que es bién visible el sitio por donde rodó la rueda de molino, con Amélia amarrada … por toda la tierra pisada de la gran rueda de piedra, jamás volvió a nacer vegetación alguna … hasta hoy.

 

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