jueves, 9 de mayo de 2013

... LA ESPOSA DEL REY WUAMBA ... (parte II)



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   Amélia no volvió a pensar en el tema durante los tres días siguientes.

    --- Señora, tengo que comunicaros algo.

   Paró la complicada actividad de peinar su largo pelo negro y miró a su marido.

   --- Debo ausentarme del palacio y estaré fuera unas dos semanas.

    --- Por qué? Ha pasado algo importante?

   --- Cosas de la guerra, mi reina. Nada muy importante.

   --- Te esperaré en permanente preocupación, mi rey.

   --- Llevaré casi todos los soldados, solo quedará una pequeña guarnición, os pido que no abandonéis el recinto del castillo.

   --- Id tranquilo, señor mi rey … yo quedaré bien.

   En aquella misma tarde, Amélia llamó a una de sus doncellas.

    --- Llamad las demás. Nos vamos al río.

   --- Mas el rey …

   --- El rey no está. Yo soy la reina, verdad?

   --- Sí, señora.

  --- Pues entonces vete avisar a las demás. Bajaremos en media hora.

  --- Mas … no hay soldados para una escolta.

  --- No los necesitamos … tienes miedo?

  --- No … señora …

  --- Quién tenga miedo que quede en el castillo.

  --- Sí ... señora.

  El ambiente en el río estaba tenso. Amélia no quitaba los ojos del otro margen.

  Después de algunos minutos alguien empezó a nadar en su dirección.

  --- Mirad … señora …

  --- Lo he visto. Es el mismo del otro día?

  --- No lo sé, señora … aún no da para ver … pero parece que sí …

  El bulto paró a una distancia de cerca de unos 10 metros.

  Amélia se puso de pie, aún así la línea de agua le llegaba por los hombros.

  --- Qué queréis? – preguntó a quién venía.

  --- Vengo de parte de mi rey, Mutsafari … él está al otro lado del río. … pregunta si permitís que nade hasta al punto donde estoy yo ahora mismo solo para poder veros un poco más de cerca. --- el acento era cerradísimo … pero se comprendía.

  Una de las doncellas se puso muy nerviosa --- decidle que no …

  --- Silencio … aquí. decido yo … --- levantó la voz --- decidle que sí, pero que no tengo mucho tiempo … debo volver al castillo.

   El hombre levantó el brazo e hizo hacia el margen una señal previamente combinada.

   Nadó de vuelta al otro lado al mismo tiempo que de allí tres hombres iniciaban la travesía … uno más adelantado y dos un poco más atraś.

   En pocos minutos, un moro, muy bien parecido, estaba a pocos metros de las mujeres.

   --- Permitíd que me presente.

  --- No es necesario, ya sé quién sois. La pregunta es … qué queréis?

   --- Queréis la verdad? --- el moro sonreía.

   --- Claro!

   --- Lo que más quería ya lo he conseguido … veros un poco más de cerca y certificar la belleza que ya adivinaba desde lejos.

   --- También sabréis quien soy, verdad?!

  --- Sí. Sois la esposa del rey Wuamba … Podría hablaros a solas?

  --- Yo tengo aquí a mis doncellas y vos a vuestros hombres.

   A un pequeño movimiento de cabeza los dos hombres que le acompañaban iniciaron su viaje de vuelta.

   Amélia hizo igualmente un gesto a sus doncellas.

   --- Esperarme en el margen.

   --- Señora … eso no es prudente …

  Amélia la miró fijamente … la doncella bajó los ojos y, haciendo una señal a las demás fueron hasta tierra seca.

 

 

 

 

 

 

   El moro nadó un poco más cerca.

   --- No os aproximéis más. Decid qué queréis de mi.

  --- Sabéis que sois la más bella mujer que mis ojos jamás han visto?

   A Amélia se le subieron los colores … hace mucho tiempo que no escuchaba cosas así …

   --- Sabéis que si mi marido, el rey, sabe que estáis aquí. tan cerca os mandará matar?

   --- Señora … tengo un trato con vuestro marido … no pisaré tierra vuestra … pero el río es común … --- bajó un poco la voz --- además … los dos sabemos que vuestro marido no está, ni estará en los próximos días.

   --- Cómo sabéis eso?

   --- Soy rey, tal como él … tengo mis informadores.

  A Amélia le resultaba muy agradable la conversación.

   --- Tengo que volver al castillo.

   --- Os llamáis Amélia, verdad?

   --- Sí.

   --- Amélia, hoy hay luna llena … estaré aquí., en este mismo sitio, a media noche … traeré un barco … os propongo que vengáis y hablaremos en la embarcación … prometo respetaros y trataros como merecéis.

   --- Qué decís? Ni pensarlo … --- Amélia miró en la dirección de sus doncellas … pero estaban lejos … no podrían escuchar aquella conversación.

   --- Ni os pase por la cabeza --- volvió a mirar al moro … pero ya no estaba … nadaba ya hasta su margen.

   Amélia se sintió indignada … golpeó con la mano abierta la superficie del agua, soltando toda la rabia del momento, y empezó a salir.

   Las doncellas la rodearan.

   --- Qué os ha dicho?

   --- Nada importante … subamos.

   El sentimiento de indignación se le fue pasando con las horas.

   De la ventana de su habitación miró a la luna … bella … llena … le vinieron a la cabeza las palabras del rey moro … y de pronto sintió un impulso de comparecer a aquel encuentro.

 

                       ( continuará ... seguro ... )

 

 

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