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Amélia no volvió a pensar en el tema durante los tres días siguientes.
--- Señora, tengo que comunicaros algo.
Paró la complicada actividad de peinar su largo pelo negro y miró a su marido.
--- Debo ausentarme del palacio y estaré fuera unas dos semanas.
--- Por qué? Ha pasado algo importante?
--- Cosas de la guerra, mi reina. Nada muy importante.
--- Te esperaré en permanente preocupación, mi rey.
--- Llevaré casi todos los soldados, solo quedará una pequeña guarnición, os pido que no abandonéis el recinto del castillo.
--- Id tranquilo, señor mi rey … yo quedaré bien.
En aquella misma tarde, Amélia llamó a una de sus doncellas.
--- Llamad las demás. Nos vamos al río.
--- Mas el rey …
--- El rey no está. Yo soy la reina, verdad?
--- Sí, señora.
--- Pues entonces vete avisar a las demás. Bajaremos en media hora.
--- Mas … no hay soldados para una escolta.
--- No los necesitamos … tienes miedo?
--- No … señora …
--- Quién tenga miedo que quede en el castillo.
--- Sí ... señora.
El ambiente en el río estaba tenso. Amélia no quitaba los ojos del otro margen.
Después de algunos minutos alguien empezó a nadar en su dirección.
--- Mirad … señora …
--- Lo he visto. Es el mismo del otro día?
--- No lo sé, señora … aún no da para ver … pero parece que sí …
El bulto paró a una distancia de cerca de unos 10 metros.
Amélia se puso de pie, aún así la línea de agua le llegaba por los hombros.
--- Qué queréis? – preguntó a quién venía.
--- Vengo de parte de mi rey, Mutsafari … él está al otro lado del río. … pregunta si permitís que nade hasta al punto donde estoy yo ahora mismo solo para poder veros un poco más de cerca. --- el acento era cerradísimo … pero se comprendía.
Una de las doncellas se puso muy nerviosa --- decidle que no …
--- Silencio … aquí. decido yo … --- levantó la voz --- decidle que sí, pero que no tengo mucho tiempo … debo volver al castillo.
El hombre levantó el brazo e hizo hacia el margen una señal previamente combinada.
Nadó de vuelta al otro lado al mismo tiempo que de allí tres hombres iniciaban la travesía … uno más adelantado y dos un poco más atraś.
En pocos minutos, un moro, muy bien parecido, estaba a pocos metros de las mujeres.
--- Permitíd que me presente.
--- No es necesario, ya sé quién sois. La pregunta es … qué queréis?
--- Queréis la verdad? --- el moro sonreía.
--- Claro!
--- Lo que más quería ya lo he conseguido … veros un poco más de cerca y certificar la belleza que ya adivinaba desde lejos.
--- También sabréis quien soy, verdad?!
--- Sí. Sois la esposa del rey Wuamba … Podría hablaros a solas?
--- Yo tengo aquí a mis doncellas y vos a vuestros hombres.
A un pequeño movimiento de cabeza los dos hombres que le acompañaban iniciaron su viaje de vuelta.
Amélia hizo igualmente un gesto a sus doncellas.
--- Esperarme en el margen.
--- Señora … eso no es prudente …
Amélia la miró fijamente … la doncella bajó los ojos y, haciendo una señal a las demás fueron hasta tierra seca.
El moro nadó un poco más cerca.
--- No os aproximéis más. Decid qué queréis de mi.
--- Sabéis que sois la más bella mujer que mis ojos jamás han visto?
A Amélia se le subieron los colores … hace mucho tiempo que no escuchaba cosas así …
--- Sabéis que si mi marido, el rey, sabe que estáis aquí. tan cerca os mandará matar?
--- Señora … tengo un trato con vuestro marido … no pisaré tierra vuestra … pero el río es común … --- bajó un poco la voz --- además … los dos sabemos que vuestro marido no está, ni estará en los próximos días.
--- Cómo sabéis eso?
--- Soy rey, tal como él … tengo mis informadores.
A Amélia le resultaba muy agradable la conversación.
--- Tengo que volver al castillo.
--- Os llamáis Amélia, verdad?
--- Sí.
--- Amélia, hoy hay luna llena … estaré aquí., en este mismo sitio, a media noche … traeré un barco … os propongo que vengáis y hablaremos en la embarcación … prometo respetaros y trataros como merecéis.
--- Qué decís? Ni pensarlo … --- Amélia miró en la dirección de sus doncellas … pero estaban lejos … no podrían escuchar aquella conversación.
--- Ni os pase por la cabeza --- volvió a mirar al moro … pero ya no estaba … nadaba ya hasta su margen.
Amélia se sintió indignada … golpeó con la mano abierta la superficie del agua, soltando toda la rabia del momento, y empezó a salir.
Las doncellas la rodearan.
--- Qué os ha dicho?
--- Nada importante … subamos.
El sentimiento de indignación se le fue pasando con las horas.
De la ventana de su habitación miró a la luna … bella … llena … le vinieron a la cabeza las palabras del rey moro … y de pronto sintió un impulso de comparecer a aquel encuentro.
( continuará ... seguro ... )
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